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Acto psicomágico de indigente. Sólo para valientes

Cuando fui un indigente

Dos semanas sin afeitarme, cuatro días sin bañarme usando la misma ropa. Salir a la calle vestido como un indigente, oliendo mal. Mirar a los ojos de las personas que me observan como un despojo humano. Escuchar a cada persona que lee el cartel que cuelga de mi cuello: “Fracasé en todo”. Pedir dinero con una taza metálica, que grita la angustia a golpes de moneda con el mover de mi mano sucia. Mirar con asombro cómo una señora, verdaderamente humilde, me ofrece un kilo de arroz. Caminar por horas con un bastón hasta llegar a los pies de mi padre para que me abrace así, sudado y hediondo, me bañe con agua bendita mientras le digo que me acepte como soy, que me ame así, distinto, sucio y desorganizado, y que necesito su bendición para poder ordenarme. Luego de siete baños con jabón, afeitarme y perfumarme, vestido con ropa nueva, regalarle un lingote de oro a él y otro a mi madre. Quemar las ropas de mendigo y cerrar los dos actos Psicomágicos que venía haciendo (uno recetado por Cristóbal Jodorowsky y el otro por Christophe Richart Carrozza). Terminar el día del portal del León, 08 de agosto, preparándome para mi cumpleaños el 14. Renacer en la playa a una nueva vida en prosperidad y libertad. Celebrar la vida con mi familia.

Esto fue muy difícil para mi. Suelo bañarme muchas veces al día. Me gusta, y me permite estar limpio física y energéticamente para mi terapia. He visto en mi un ego grande y peculiar, que muchas veces se ha salido de control. Ha sido mi trabajo equilibrarme. Esta vez fui un indigente, sentado en el piso de una plaza, que miraba pasar los zapatos desvencijados de tanta gente humilde. Vi a los obreros que limpian la calle con sus uniformes y ellos me me veían como si eran más que yo ¡Y lo eran! Recordé que en algún momento yo los miré a ellos así, como si fueran menos, y vi la ilusión. Viví la soledad, el miedo, la vergüenza, y también la solidaridad de quien no tiene casi nada y aún así lo comparte.

Fue como mirar la costura a la realidad, permitiéndome ver por la hendija de la herida narcisista. Viví la vulnerabilidad. Dejé de ser yo para ser alguien más. Fue increíble. Sentí que mi consciencia se expandió. Hoy soy otra persona.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Suyin

    ¡Wow!
    Esto es algo que he pensado hacer alguna vez y me ha encantado leer tu experiencia, gracias por contarlo y compartir las fotos.
    Un abrazo enorme,
    Suyin

    1. Leo Azarak

      ¡Mi querida Suyin! Muchas gracias por comentar. Es una experiencia que te recomiendo altamente. Para mi ha sido transformador. Es como mirar a través de la herida de quién creemos que somos, y ver que esa herida no es real, que somos algo más allá, algo infinito, sin principio ni final. Es mágico. Hazme saber si requieres un acompañamiento cuando te decidas hacerlo. Allí estaré. Si lo has pensado, es porque hay una razón inconsciente, un sentido. Medítalo. Te abrazo. Saludos.

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