Cuando fui un indigente
Dos semanas sin afeitarme, cuatro días sin bañarme usando la misma ropa. Salir a la calle vestido como un indigente, oliendo mal. Mirar a los ojos de las personas que me observan como un despojo humano. Escuchar a cada persona que lee el cartel que cuelga de mi cuello: “Fracasé en todo”.