Amanda, la bruja de Salem

Salía de Methuen en dirección a Boston y el GPS me llevaba siempre por la misma calle. “Psyquic. Palm Readings. 20$”. El aviso de neón encendido a las 10 de la mañana me seducía como una gitana andaluza con su ramita de olivo.

La zona tiene su encanto. Pinos, robles, arces y avellanos se ponen sus batas anaranjadas de Halloween antes de soltar las hojas que le harán de alfombra al invierno. Muy cerca queda Salem, el pueblo que protagonizó la histeria colectiva de finales de siglo XVII en la que torturaron y mataron a veintisiete personas bajo las acusaciones de practicar brujería. Hoy en día, orgullosas tiendas de cristales y cafés con decorados esotéricos sirven al turismo.

Esperando no morir como el gato, me dejé hechizar por la curiosidad. Me quedaba un día antes de salir a Venezuela y mi hermana también quería que le leyeran la mano, así que no lo pensamos mucho y entramos.

Típico de película gringa: Puerta abierta, lugar vacío, llamados sin que nadie respondiera en varios minutos. Un par de bolas de cristal y otros exóticos adornos en el centro de la mesa hacían un curioso conjunto. La oferta de servicios pegada en la pared comenzaba con lectura de mano y terminaba con sesiones completas que incluían lecturas de tarot y bola de cristal, con limpieza energética por unos 160$. Visa and Master accepted.

Al ratico salió una misteriosa joven de ojos penetrantes y caminar silencioso. No vestía ropas brillantes ni coloridos pañuelos en su cabeza, si no más bien un monito y franela bien domésticos. «Empiyamada» para ser mas claro.

Nos saludamos. Amanda Costa era de familia rumana, aunque nació en los Estados Unidos. Lo de la adivinación viene con el linaje, ya que su mamá, una hermana y su abuela también se dedicaban a tales artes de la mancia. Sus grandes párpados no necesitaban maquillaje para lucir semicerrados, dándole un aire de madama francesa.

Venía de Salem. Se había mudado recientemente. Qué oportuno.

Mi hermana se consultó primero. Le habló de su ex esposo, su carrera, sus miedos y otras cosas que ya sabía. No estuvo mal. Yo analizaba todo como un buen crítico de teatro. Hacía demasiadas preguntas, y por experiencia sabía que un buen brujo te habla y ya.

Lloró un bebé al fondo. Se disculpó por unos minutos y salió con un bello nene de menos de un año que dejó jugando cerca de nosotros. Continuamos. Conmigo se le puso la cosa difícil porque no le quise soltar nada.

-¿Tienes hijos?
-No sé ¿Qué ves allí?
-Mmmmmm. Distancia.
-¿Qué más ves?

Me habló de mi buena fortuna y larga vida; que en mi futuro yo estaría mucho mejor en lo financiero y en todo lo demás. Mi relación de pareja la veía muy estable y positiva, nada de qué preocuparme. Aunque todo estaba bien, debía cuidarme de personas envidiosas a mi alrededor que no querían nuestra felicidad. Tipo estándar ¿No? En inglé, tampoco cambia mucho el guión. Ella veía un proyecto importante en el futuro. Me dijo que yo era muy espiritual y que había hecho trabajos espirituales anteriormente. Que necesitaba una protección con velas. Me veía como una persona muy abierta que iba a crecer profundamente en lo espiritual y que todo lo que estaba haciendo iba a rendir frutos.

Al terminar, y luego de preguntarme si accedía, me cobró un extra por santiguar unas velas y llevar las a no sé qué iglesia para que tuviera un seguro retorno a casa. Sacó su Square, lo conectó al iPhone y rayó mi tarjeta de crédito. Firmé en la pantalla, fascinado con la modernidad tecnológica de la brujita. Le puse mi mejor energía a la cosa, claridad en mi intención, para que saliera bien lo de las velitas, pues. ¿Qué podía hacer?

No me dijo nada resaltante, pero fue una experiencia agradable. Ni mal ni bien, desde el punto de vista de vivenviar la clarividencia o alguna otra facultad. Amateur, sí, y mucho. El encuentro me permitió reflexionar que en el camino de algunas personas, las conexiones extrasensoriales se van madurando con tiempo y práctica, con la construcción de la propia seguridad personal. A Amanda le faltaba mucho, pero tenía lo suyo. Su mirada interna carecía de enfoque. Su alma, necesitaba curtirse. Y su nevera, llenarse.

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Pedro Alejandro Rojas Berman

    Jejejeje esta buena la cosa me agrado mucho q compartieras esta experiencia xq quizas uno u otro hemos experimentado tal situacion donde seres q les falta recorrer el camino nos agarran para darnos un estandar de las cosas….jejeje y cierto es como dices. ..el q sabe dice y ya sin preguntar si si o si no….pero como siempre le digo al q me quiere oir o me puede oir….nada como ser uno mismo el bruj@ y ver el diamante desde tu propio punto de vista….saludos hermano……………….. ..IN LACK ECH!

    1. leoazarak

      ¡Hermanazo Pedro! Gracias por comentar. Has dado con algo verdadero. Es como un diamante interno que se va haciendo con el caminar. Solemos juzgar a otros o a nosotros mismos como si fuésemos algo terminado, que quedó bien, mal, perfecto, mas o menos… La verdad es que somos un proceso, no estamos listos. Nos estamos haciendo aún. Podemos estar terminando un camino o comenzándolo. Igual con la gente a nuestro alrededor. Cuando aprendemos a vernos así, somos mas libres y sabemos el potencial nuestro y de los demás. Recorremos el camino mas conscientes ¡Miles de bendiciones!

  2. zerevena

    Jejeje….
    Ver..para..creer..

    1. leoazarak

      Sí. Algunas cosas se ven primero para para poder creerlas. Otras hay que creerlas para poder verlas. Un abrazo amigo

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