Siempre he dicho que Oriente y los pueblos originarios incluyen a la muerte en su cosmovisión: le dan un lugar, la honran, conviven con ella. En cambio, Occidente la niega, la esconde, intenta sacarla de la ecuación como si no fuera parte esencial de la vida.
No es casual ver los esfuerzos casi desesperados de ciertos sectores científica y económicamente poderosos por extender la vida hasta el infinito, como si la muerte fuera un error que hubiera que corregir.
Nos enseñaron a verla como un punto final, lejano y temido. Una interrupción oscura en la línea recta del vivir.
En la modernidad, es la gran ausente. No se habla de ella. Y si se la nombra, es en voz baja, como algo incómodo o inoportuno.
Pero en muchas tradiciones ancestrales —y también en los corazones que han atravesado duelos reales o simbólicos— la muerte se reconoce por lo que realmente es:
una presencia constante,
una maestra silenciosa,
la reina de todas las transformaciones.
Así la nombra Alejandro Corchs —hombre medicina, tanatólogo y testigo vivencial del dolor vuelto sabiduría—: no como amenaza, sino como compañera de camino, como una parte de nosotros que nos recuerda, con amor severo, que todo lo que nace, cambia… y todo lo que cambia, muere y renace.
La muerte a la izquierda
En los caminos sagrados del chamanismo continental, se dice que la muerte camina a tu izquierda. Está ahí, siempre. No como castigo, sino como brújula. Como recordatorio constante de lo esencial.
Te ayuda a no perder tiempo, a hacer lo esencial. Te recuerda que tu tiempo es limitado y que hay que hacer lo que se debe hacer.
Cada día que termina, cada ciclo que se cierra, cada despedida —grande o pequeña— es una práctica espiritual de soltar. Cada noche es una pequeña muerte. Cada despertar, una resurrección tímida.
En el Modelo de las Partes del Alma, la muerte también tiene su función: la de disolver lo que ya no somos.
A veces, una parte de nuestra identidad necesita morir para que otra pueda recordar quién es. Cuando algo externo desaparece —una relación, una casa, un rol, una certeza—, se abre un umbral interno.
Y esa grieta es el lugar perfecto para que el alma hable.
El ritual oculto de cada pérdida
Cuando perdemos algo o alguien, no solo nos enfrentamos al dolor. Nos enfrentamos a una pregunta: ¿quién soy ahora que esto ya no está? Y ahí empieza el verdadero duelo. No es solo tristeza, es transformación. Por eso, los rituales son tan importantes. No para dramatizar la pérdida, sino para darle forma simbólica al renacimiento.
Como lo vivió Alejandro en su propia búsqueda de visión —un ayuno de cuatro días bajo un árbol, sin comida, sin compañía, sin palabras— a veces el alma necesita silencio y vacío para hablar. La muerte, entendida así, no viene a quitarnos nada. Viene a ayudarnos a soltar.
La muerte como principio
En el viaje interior, hay guardianes que custodian el misterio del final. Nadie sabe exactamente qué sucederá, pero sabemos que la historia continuará.
La muerte nos obliga a mirar lo que no controlamos. Y en ese intento, puede aparecer lo sagrado.
Por eso, reconocer la muerte como compañera —no como enemiga— nos devuelve poder. Nos saca del miedo y nos instala en el presente. Nos ayuda a dejar de correr hacia metas fantasmas y empezar a vivir con propósito, a no perder el tiempo en cosas que no tienen alma, como diría Charles Bukowski.
Soltar no es perder. Es hacer espacio.
Uno de los rituales que propongo en los procesos de cierre de ciclos es sencillo pero profundo: escribirle una carta a lo que se va. No para retenerlo, sino para agradecerle y dejarlo partir. El alma necesita cerrar con sentido lo que el ego solo quiere olvidar o negar. No se trata de resignarse, sino de abrirse al renacimiento.
Porque si algo nos enseña la muerte —y los duelos coherentemente completados— es que todo lo que muere en amor, renace con más alma.
¿Y si no le tuvieras miedo?
¿Y si en vez de temerle, comenzaras a dialogar con ella? ¿Y si, como enseña el Camino Rojo, comenzaras a verla como una parte sagrada de la vida, no como su opuesto? ¿Y si descubrieras que cada vez que algo muere, nace un espacio para lo nuevo, lo inesperado, lo verdadero?
La muerte no te espera al final. Camina contigo desde el principio.
Si logras integrarla, ya no solo llorarás lo que se va. Aprenderás a honrarlo, agradecerlo y dejar que se convierta en semilla. Y entonces, la muerte ya no será una amenaza, sino la parte del alma que te enseña a transformarte sin traicionarte.
💀✨ Ritual sugerido:
En tu próxima noche, antes de dormir, enciende una vela y escribe una frase que quieras dejar morir hoy. Puede ser un pensamiento, una exigencia, un juicio, una vieja promesa. Quema ese papel con intención, y al hacerlo, dile a tu alma: Gracias por soltar. Estoy listo para renacer.
Si quieres escuchar la estupenda conversación que tuve con Alejandro Corchs en el episodio 15 de La escuela del todo Podcast, haz clic aquí.
