Cuando la esperanza se desvanece: Descifrando los conflictos que obstaculizan tu bienestar

Contrario a la creencia popular de que «la esperanza es lo último que se pierde», un experimento científico realizado en 1957 por el Dr. Curt Richter en la Universidad Johns Hopkins con ratas sugirió una realidad más sombría: la esperanza podría ser lo primero en desaparecer, con consecuencias profundas para la supervivencia, la depresión y el bienestar.

En este perturbador estudio, ratas domesticadas y salvajes fueron colocadas en cilindros de agua sin posibilidad de escape aparente. Lo sorprendente fue que las ratas salvajes, a pesar de ser fuertes y buenas nadadoras, se ahogaban en un lapso de 1 a 15 minutos después de la inmersión. Richter atribuyó este rápido desenlace a la pérdida de esperanza, causada por la restricción física y el confinamiento que anulaban cualquier expectativa de rescate. Parecía que, al no percibir salida alguna, simplemente «se rendían».

Sin embargo, el experimento ofreció un rayo de esperanza cuando introdujeron una variable. Hicieron que las ratas retiradas del agua justo antes de ahogarse, se les permitiera descansar y se les diera comida. Luego se las volvía a introducir en el agua, y para sorpresa de todos, su resistencia cambiaba drásticamente.

Estas ratas, al experimentar un «respiro» y aprender que la situación no estaba completamente perdida, nadaban por mucho más tiempo, hasta 70 horas en algunos casos. Esto demostró que cuando sostenían esperanza, las ratas luchaban por vivir.

Este hallazgo subraya la importancia vital de la esperanza para la resiliencia, la energía, la supervivencia y el éxito: Tener esperanza te da vida.

¿Qué tiene que ver esto de los ratones con nosotros, la salud y los proyectos?

Según el médico alemán Reek Hamer, en la base del tronco cerebral se encuentra el «relé de la esperanza». Esta zona se estresa y se bloquea cuando se ha perdido la esperanza. En esos casos, se pierde la energía para el futuro. Por eso, para que exista vida, tiene que haber proyectos y esperanza.

El tronco cerebral humano es muy parecido al de los roedores, y es por eso que en este sentido, estamos programados de la misma manera. Es decir, que este hallazgo sugiere que la ausencia de esperanza en nosotros puede anular incluso las capacidades físicas, la percepción del futuro, la energía creativa para los proyectos y el instinto de supervivencia.

Las primeras ratas se daban por vencidas una vez que descubrían que estaban en una situación que aparentemente no tenían salida, en la que no había esperanza, pero al haber conocido posibilidades esperanzadoras, tenían mucha más energía y luchaban con fuerza hasta el final. Nosotros funcionamos de la misma manera. Cuando recuperamos la esperanza luego de haberla perdido, nos curamos, soñamos, recuperamos la fe en la vida y la percepción sobre el futuro mejora.

La pérdida de esperanza es un «conflicto candado», es decir, un conflicto que se debe trabajar en terapia porque puede bloquear la curación de otras patologías, y la pérdida de la esperanza puede acarrear serias amenazas tales como:

  • Desencadenar depresión.
  • Puede llevar al repliegue sobre uno mismo.
  • En situaciones extremas, puede conducir al suicidio.
  • También puede manifestarse como negación, como un mecanismo de defensa ante la angustia de la desesperanza.

La creencia de que «La esperanza duele» puede ser una de las peores inversiones, porque trae graves consecuencias asociadas. Es una creencia muy negativa para la curación y la supervivencia. ¿Conoces a alguna persona que tenga esta creencia?

En el contexto de los «conflictos candado», el centro de la desesperanza puede actuar como un candado central, y otros conflictos pueden surgir como una forma de proteger este núcleo vulnerable. La clave para superar estos bloqueos radica en encontrar un «sentido» o «proyecto» en la vida, pero sin aferrarse rígidamente a los resultados, para evitar caer en la decepción y la desesperación. La esperanza, desde esta perspectiva, se convierte en una sensación intrínseca de satisfacción, independientemente de la realización inmediata de nuestros deseos. Esto es lo que debemos aprender a fomentar en nuestra vida, y si somos acompañantes o terapuetas, ayudar a otros para que consigan este empuje y motivación.

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